Imagen muy repetida y aquí reflejada con ciertos matices, ya que el nazareno que cede la cera es un niño también que rompe la compostura y el protocolo destapándose la cara casi como signo de complicidad con sus iguales.
Es una especie de "entretenimiento mutuo", ya que mientras que unos le piden cera, él reparte esmerándose en conseguir una bola perfecta, todo esto bajo la atenta mirada de su padre y precediendo a la amargura jerezana.
Me gusta el enfoque de tu blog.
ResponderEliminarLo agregaré a mis enlaces.
Un abrazo