En épocas en las que el radar más avanzado era la vista propia, en las que no se disponía de sonar, GPS ni nada que se le pareciese, los trabajos de custodia de las ciudades se hacían arriesgados y precarios.
No se sabe qué podía tener mayor alcance, si la vista del vigía o la bala de cañón enemigo, o si tan espartano "radar" podía tener interferencias de cuanquier tipo como pueden ser la noche, niebla, lluvia o vaya usted a saber...
La cuestión es que de tan románticos y sencillos tiempos nos quedan ilustrísimos vestigios como esta garita de la muralla de Cádiz a la que parece haberle llegado un poco tarde el apoyo de la luz artificial de la farola que le hace compañía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario