Usando una comparativa que no sé si será del todo válida se me ha venido a la cabeza una reflexión probablemente absurda y a la que seguramente sólo yo le encuentre sentido: La vida es como la energía, y cada vez estoy más convencido de que soy de bajísimo consumo.
Si aún no ha tenido el acto reflejo de apagar el ordenador tras leer semejante mamarrachada, déjeme que la desarrolle para ver si la comprende... y si como supongo que será en más de uno y dos casos coincida conmigo.
Por un lado. la vida es como la energía porque no se crea ni destruye... sólo se transforma. Si tenemos la suerte de disponer de la templanza y el tiempo de detenernos a pensar y comparar con momentos ya pasados a nosotros mismos y a la gente que nos rodea vemos como todo el mundo sigue ahí. Unos de forma física y otros como un recuerdo, pero todos siguen. Cada uno sumido en sus circunstancias ya sean las mismas u otras diferentes, todo el mundo con oportunidades diarias de cambiar su vida, cosa que no suelen hacer por suerte para unos y por desgracia para muchos.
Vamos a la segunda parte, que también requiere su explicación.
¿Que por qué digo que soy de bajísimo consumo? Pues muy sencillo, y aquí es donde "interviene" la imagen. Con qué poquito se puede llegar a funcionar, con destellos esporádicos entre la tormenta de oscuros nubarrones que se ciernen diariamente sobre la existencia. Destellos unas veces mayores, otras casi insignificantes, pero que siempre ponen una tirita que cura un alma maltrecha, cemento tapajuntas que cierra grietas de un espíritu castigado.
Brillos unas veces buscados y otras, las menos frecuentes y más disfrutadas, simplemente encontrados. Brillos, que sean como sean , de vez en cuando me recuerdan que aún tengo vida.
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